El éxito de la romanización acarreó el desarrollo de un sistema religioso que se consolidó durante el Alto Imperio en todos los territorios de Hispania, aunque de maneras distintas con consecuencias dispares, en virtud de factores como la realidad cultural precedente en cada área, la intensidad de la inmigración de itálicos o las respuestas de las poblaciones locales ante los estÃmulos foráneos, entre otros.
Sin embargo, la crisis municipal derivada de las dificultades económicas y de las transformaciones estructurales que acaecieron en numerosas regiones de Hispania desde finales del siglo II conllevó el hundimiento del sistema religioso en buena parte de los territorios de la penÃnsula. Los principales sÃntomas son la brusca desaparición de la práctica epigráfica, que habÃa sido uno de los elementos caracterÃsticos de la cultura material de la religión del Alto Imperio, pero, sobre todo, el abandono o amortización de la mayor parte de los santuarios.
Las causas que explican la decadencia de un modelo religioso que se habÃa asentado en el territorio de la penÃnsula ibérica durante los dos siglos subyacen en la recesión de determinados sectores económicos en ciertas regiones, en el empobrecimiento de unas aristocracias cada vez menos numerosas sobre cuyos patrimonios recaÃa una buena parte del mantenimiento de este sistema, y en el cambio de mentalidad que estas experimentan en la nueva realidad polÃtica y social del siglo III.
La transformación del sistema religioso provocó el abandono de los espacios de culto que otrora fueron orgullo de las ciudades que los habÃan visto erigirse.