El ecofascismo es una apuesta en virtud de la cual algunos de los estamentos dirigentes del globo –conscientes de los efectos del cambio climático, del agotamiento de las materias primas energéticas y del asentamiento de un sinfÃn de crisis paralelas– habrÃan puesto manos a la tarea de preservar para una minorÃa selecta recursos visiblemente escasos. Y a la de marginar, en la versión más suave, y exterminar, en la más dura, a lo que se entiende que serÃan poblaciones sobrantes en un planeta que habrÃa roto visiblemente sus lÃmites. En esa perspectiva, el ecofascismo no serÃa un proyecto negacionista vinculado con marginales circuitos de la extrema derecha, sino que surgirÃa, antes bien, en el seno de los principales poderes polÃticos y económicos. Aunque tendrÃa como núcleo principal a las élites occidentales, a ellas podrÃan sumarse otras radicadas en espacios geográficos diversos. El ecofascismo hundirÃa sus raÃces, por lo demás, en muchas de las manifestaciones del colonialismo y el imperialismo de siempre, que en adelante tanto podrÃan apostar por el exterminio, ya sugerido, de quienes se estima que sobran como servirse de poblaciones enteras en un régimen de explotación que recordarÃa a la esclavitud de hace bien poco. En más de un sentido el ecofascismo serÃa, en fin, una forma de colapso.