Un proemio a poemas propios disemina dudas sobre una muy reclamada veracidad de lo que se escribe en ese campo borroso e insistente denominado poesÃa. Mi propósito consiste en indicar las posibles figuras tras las lÃneas de fuerza en cada libro, y por qué no deseo que nada, fuera de lo que he seleccionado, si acaso permanezca: este libro es una suerte de testamento poético que comprende veinticinco años de publicaciones y un último inédito. Varios de los poemas aquà resultantes de los libros publicados en el siglo xx fueron reelaborados, con la excepción del mejor trabajado de ellos, MÃnima natural distancia (1990), en donde sólo en uno de ellos introduje algunos cambios y añadidos. En cuanto a los del siglo actual, creo percibir una cierta madurez alcanzada, sin embargo, ya en ese libro, y no hay casi cambios salvo en un poema de Escribo pájaro, aparecido en 2008.
Para mà las palabras fueron, a donde llega clarÃsimo el recuerdo, cosa de trabajo cotidiano, un esfuerzo alegre... y culpable. Dicen que al año y medio hablaba con fluidez salvo al pronunciar las esdrújulas, me las indicaban y yo las estudiaba a solas en la noche oscura hasta llegar a la dicción correcta: mi madre era sorda de nacimiento y erraba al decirlas, además de ciertas construcciones sintácticas. Pero era el masivo silencio en torno
suyo lo que yo traicionarÃa. Debo entonces ser más especÃfico: el oÃdo es un privilegio del que tuve plena consciencia, y este sentido es el que reconozco principal a la hora de leer y escribir, con la caÃda en la redundancia que esta última significa y he intentado mitigar. Mis poemas quieren ser orgánicos de esa manera.