Desde los tiempos más remotos las personas parecen experimentar un placer instintivo cuando frotan sus cuerpos con ungüentos perfumados hechos con cortezas, hojas, flores y plantas. El perfume, etéreo y casi intangible, inigualable en su capacidad para evocar nuestras emociones más profundas, nos ha ayudado a orar, a curar y a hacer el amor. Los perfumes no sólo están directamente relacionados con sus fabricantes, sin más bien con sus sacerdotes y alquimistas, que fueron los primeros en descubrir los poderes de la combinación de esencias. Sin embargo, en gran medida, la perfumería es un arte perdido. Su promesa creadora y sensual se eclipsó con la llegada de los ingredientes sintéticos; productos químicos que carecen de la sutileza y complejidad de las esencias derivadas de substancias naturales y de sus lujuriosas historias, y de los cuales se incluye una alta proporción en la fabricación de los perfumes contemporáneos Mandy Aftel resucita la rica herencia relacionada con la evolución de la perfumería, desde el comercio de especias hasta las investigaciones de los alquimistas, y desentierra un mundo olvidado donde el aroma era alabado por los poetas, contemplado por los filósofos y apreciado universalmente por sus profundos efectos sobre el cuerpo, la mente y el alma. La autora nos induce a experimentar por nosotros mismos los placeres derivados de las composiciones con fragancias naturales, guiando así al lector en un proceso de transformación que sigue el decreto alquímico (disuelve y combina) y que supone, en sí mismo, toda una transformación estética y espiritual.
