La comunicación de la ciencia es un elemento crucial para lograr que ésta sea realmente útil a la sociedad. Cuando hablamos de comunicación de la ciencia hablamos también de una comunicación dirigida a personas no expertas; es decir, no solo se refiere a la que se da entre cientÃficos -que también-, sino sobre todo a la comunicación de los cientÃficos con otros agentes sociales interesados en que la sociedad funcione, como polÃticos, empresarios, colectivos de profesionales muy diversos y, finalmente, con la gente de la calle.
El objetivo del autor ha sido el de animar a los jóvenes cientÃficos -y no tan jóvenes- a comunicar la ciencia al público, a esa "gente de la calle". Animarles y demostrarles que comunicar la ciencia es beneficioso para la sociedad y para ellos mismos. Y avisa que no es tarea fácil. Se requiere tiempo, esfuerzo, práctica, disponibilidadà Pero este libro no solo lo leerán cientÃficos e investigadores. Este es, también, un libro de divulgación, asà que todas las personas que quieran conocer los entresijos del mundo cientÃfico aprenderán muchas cosas interesantes. En él descubriremos quiénes fueron los primeros divulgadores cientÃficos y cómo los gobiernos de diferentes paÃses han intentado desde hace décadas que el conocimiento cientÃfico no se quedara solo en los laboratorios, sino que fuera utilizado también para que los ciudadanos estuvieran mejor informados sobre cuestiones cientÃficas. El importante papel que desempeñan las revistas especializadas o el reciente auge de las redes sociales ùlas hay también para la comunicación y el intercambio de ideas entre los propios cientÃficosù son también objeto de análisis en esta práctica y amena obra, que colma con brillantez una laguna editorial que requerÃa, desde hace mucho, atención especÃfica y versada.