Entonces comenzaron los cuentos. Lo hizo Siraj, el tÃo de Ayasira, que era conocido por su don de palabra. Adornaba los cuentos populares de tal manera que los hacÃa diferentes a los oÃdos de la audiencia. Una ráfaga de aire hizo tembletear los velos. Allà estaban todos sentados alrededor del té, en semicÃrculo, frente al tÃo de Ayasira. En la gran noche del desierto, solo se escuchaban las palabras de Siraj y la lumbre de leña.
Cuentos de té y otros árboles, textos llenos de poesÃa y sentimiento, como solo Mónica RodrÃguez Suárez sabe contarlos.