Y el cosmos estalló a mi alrededor. Mi mundo sensorial se desmoronó. Y fue la oscuridad. Es curioso, no tuve odio ni rencor al Hacedor, o quién hubiere. Entendà que sus designios tenÃan una entidad que escapaba a mi mente. Mi capacidad sensorial era aún confusa, pero advertà que comenzaba a enriquecerme. Me di perfecta cuenta de que mi visión del mundo habÃa variado. Comencé a ver las personas bajo un punto de vista crÃtico y a veces hasta cruel. Ninguno era como antes lo suponÃa. No eran ni mejores ni peores, solo diferentes y quizá dependÃa solo de mi criterio. Pero mi mayor sorpresa fue descubrirme a mà mismo. Al asomarme al espejo de mi oscuridad me encontré ante un ente desconocido: yo mismo. Era casi absurdo haber convivido con él durante años sin conocerlo, y ahora nos encontrábamos frente a frente.