La Espa?a de la Restauración proyectada y pilotada por Antonio Cánovas, pretendió establecer un marco de convivencia cordial que solucionara satisfactoria y definitivamente la llamada «cuestión religiosa». Aquél laudable propósito no se consiguió, en gran medida por la enconada confrontación pol¡tica y por la división en las filas católicas. El «desastre del 98» conmocionó al pa¡s, sumiéndole en un pesimismo pol¡tico, moral y cultural que marcará y dará nombre a toda una generación de intelectuales y literatos de la época. Los republicanos, a través de una prensa bien «armada» caracterizada por su anticlericalismo jacobino, de movilizaciones y de m¡tines celebrados a lo largo y ancho de la Pen¡nsula, arremeterán contra el régimen constitucional y contra todo lo que éste representaba, en particular la monarqu¡a y la Iglesia católica. Durante el llamado «Gobierno corto» (1903-1904) del conservador Antonio Maura, tuvo lugar un acontecimiento que polarizó, hasta el paroxismo, la sociedad espa?ola coetánea: el frustrado nombramiento del dominico Bernardino Nozaleda, último arzobispo de Manila bajo dominio espa?ol, como arzobispo de Valencia. Republicanos y liberales, encendieron sus antorchas y al grito de ¡muera Maura!, ¡muera Nozaleda! enardecieron a sus huestes para que aquel prelado ni pisara tierras valencianas, ni tomara posesión de su mitra y báculo. Y lo consiguieronÂà