El 25 de julio de 1939, primero en los vagones de mercancÃas del tren del Irati hasta Lumbier y posteriormente en camiones, cientos de presos fueron conducidos desde Pamplona hasta el pueblo de Roncal, en el valle del mismo nombre. Los lugareños se preguntaban qué clase de ganado transportarÃan, hacinado como cerdos; o si se tratarÃa de segadores, saltimbanquis o gitanos. Dijeron que aquel Batallón Disciplinario de Trabajadores n.º 127 venÃa a realizar las labores de acondicionamiento de la frontera pirenaica, y que trabajarÃan en la carretera que debÃa unir los valles de Salazar y Roncal, e igualmente otros tantos obreros deberÃan hacerlo en las que conectarÃan Lesaca con Oyarzun, o Eugui con Irurita. Son palabras del NO-DO: «Con el Trabajo, el Pan y la Justicia de la Patria, poco a poco los prisioneros van reconstruyendo lo que ellos mismos antes deshicieron con dinamita».
Harapientos, arrastrando los pies cansados, como autómatas, los presos se movÃan de sol a sol al ritmo marcado por las cornetas: para formar, para los recuentos interminables y, sobre todo, para, a golpe de pala, cesto y carretilla, ensanchar la caja de la carretera hasta caer rendidos.