Este libro es el fruto de mis pasos por este pueblo. Sus páginas han sido vividas, sentidas, pensadas y escritas aquÃ, en la casa, en los campos, en las calles y en los caminos. Son hijas de la lectura y el paseo, hijas que en algún caso siguieron creciendo hasta convertirse en un artÃculo o en un poema. Notas, apuntes, palabras que me sirven para saber que alguna vez pasé por aquÃ, y que el silencio con el que respondÃa a quienes compartieron su tiempo conmigo era en realidad la tapadera de todo esto. · Tras el fuego del dÃa llega la luna con su alivio pálido. Oigo el concierto de los grillos, pero no es suficiente: me gustarÃa ser capaz de saber qué sueñan las hormigas. · Noviembre. El campo, cansado. El cielo, vacÃo. Y yo, entre uno y otro, sin rumbo. · Con frecuencia, cuando las mujeres toman café y dulces caseros bajo el pino, viene hasta el rincón donde me camuflo una frase pronunciada con un signo de admiración al principio y un signo de desgana al final: «Para el poco pueblo que es, la de cosas que pasanà ». La verdad es que razón no les falta: robos, suicidios, adulterios, atracos, incestos, secuestrosà Coño, si hasta una vez detuvieron a un secuaz de Bin Laden. Sin embargo, nada de esto he dejado aquÃ. No es este el retablo de un pequeño pueblo, sino un puzle hecho con piezas de distinta geometrÃa (crónicas, reflexiones, apuntes, poemas, artÃculos, aforismosà ) que esperan lectura y paciencia para componer la lámina. Solo que en este caso, esa lámina no está en ningún sitio, salvo en la inteligencia del lector.
